Don Mario Vargas Llosa y yo
UNO
Tenía trece años, lo recuerdo bien. En la biblioteca/estudio de la casa en la que ahora vivo, mi tío Bartolomé atesoraba varios de los libros que años más tarde heredé. Uno en particular, de tapa dura y tamaño diferente, llamó mi atención una fría mañana de invierno. Al revisarlo descubrí que en su interior habían fotografías en blanco y negro que parecían guardar relación con la historia que en él se contaba. Era la primera vez que tenía un libro como ese entre mis manos. Lo cerré y devolví a su lugar. Acto seguido, camuflé en uno de los cerros de periódicos y revistas que se levantaban como columnas en toda la habitación, los dos ejemplares de Playboy con los que me había entretenido – apresuradamente - minutos antes. El libro se llamaba Los cachorros y su autor Mario Vargas Llosa.
DOS
Coquito Fernández sugirió correr unas campanitas en La Herradura antes de retornar al barrio. El Huayco había pagado, pero la gente – como siempre – quería sacarle el IGV al domingo. Habremos llegado a eso de la 5:00 p.m. Aún habían bañistas descansando en la arena y algunos automóviles estacionados en el malecón. Mientras me ponía el wetsuit, todavía húmedo, una pareja que parecía haber salido de una película de los años cincuenta descendió de un lujoso automóvil. Ambos caminaron unos metros y se detuvieron a contemplar el atardecer. Parecía que compartían algunas impresiones. “Mira, aquel señor es el escritor Mario Vargas Llosa, y la mujer a su lado, su esposa Patricia”, le comenté a mi brother Ernesto Byrne quien también luchaba con su wetsuit húmedo.
TRES
Levanten la mano los que han leído Los cachorros, pregunté notoriamente emocionado. Nadie levantó la mano. Bueno, La ciudad y los perros. Nadie levantó la mano. ¿La casa verde? Nadie levantó la mano. ¿Conversación en la catedral? Nadie levantó la mano. ¿La guerra del fin del mundo? Nadie levantó la mano. ¿La tía Julia y el escribidor? Nadie levantó la mano. ¿El pez en el agua? Nadie levantó la mano. ¿Cartas a un joven novelista? Nadie levantó la mano. ¡No puedo creer que ninguno de ustedes haya leído a Mario Vargas Llosa!, increpé. Alguien por allí respondió: “En quinto de secundaria leí un cuento de Los jefes, profesor Oscar”.
Aquella mañana, la Academia Sueca había otorgado el premio Nobel de Literatura al escritor peruano Mario Vargas Llosa.
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