domingo, 24 de octubre de 2010

































LA NOCHE DE LA LUNA

El viejo cayado descansaba junto a un enorme gato de porcelana y otras baratijas inútiles. Desde la muerte de Li había sido abandonado en aquel oscuro almacén. En otro tiempo, su brillante mango de plata se vio libre de toda mácula, luminoso. Li fue el gobernador de la región de la Luna y cuentan que llegó a tener seiscientas concubinas. Su prole se extendió durante siglos y todavía hoy es posible hallar algún descendiente suyo. En la estación del fuego era azotado por terribles pesadillas: “El umbral, el umbral” era lo único que repetía entre ensueños. Combatió contra los paupérrimos en el estrecho de la arena y libró a su pueblo de los embates de las pestes. A los trescientos siete años su pensamiento se volvió ecléctico, y junto Chan, el menor de sus nietos, emprendió la construcción del palacio en el que pasó los últimos años de su vida.

El viejo cayado parecía sonreír mientras lo observaba.

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