lunes, 21 de marzo de 2011


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DOS


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Al otro lado del escenario, formando una herradura, había una feria contracultural: artesanos autogestionarios, Cherman, Crash, Boom, Zap, vendedores de polos y discos. Si querías legalizar, legalizabas. No pasó nada con D´mente Común. La Sarita y La Raza consiguieron que los presentes rebotaran como resortes. FFF de Francia fue una revelación. A.N.I.M.A.L estuvo increíble: cerraron con Loco Pro. Nadie quería irse. Probablemente eran más de las 8:00 p.m. cuando llegué al segundo Óvalo de Pardo y me despedí de Juan Carlos Márquez Fuentealba. ¿De dónde vienes?, me preguntó mi hermano. De un conciertazo, le respondí. Date una ducha, entonces. Cogí una toalla y me encerré en el baño que da al jardín. Cuando el agua mojó mi cabello y resbaló hasta la loseta blanca caí en la cuenta que había estado cubierto de polvo. Me sequé. La camiseta y el jean que había usado los tiré a la cesta de ropa sucia. Antes de subir a mi cuarto me preparé un mate de coca. Ingresé a mi habitación. Coloqué la taza con el mate cerca al teclado y encendí la PC. Escribí. Corregí. Continué escribiendo. Modifiqué el orden de algunas oraciones. Leí. Corregí. Volví a leer. Quité un paréntesis y puse una coma. Consulté. Comparé. Continué escribiendo. Leí. Corregí. Tuvo ritmo. Concluí.

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La primera vez que asistí a un concierto de Salsa fue en 1988. Tenía doce años y junto a Germán Fernández Soto, por entonces compañero de salón y amigo, vi y escuché al Gran Combo de Puerto Rico en el Gran Estelar de la Feria del Hogar. A pesar de la distancia y el riesgo que implicaba movilizarse de noche en aquellos años  – Sendero Luminoso derribaba una torre de energía cada dos días, hacía explotar “coches bomba”, y asesinaba a inocentes en nombre del presidente Gonzalo – Germán convenció a mi madre para que lo acompañara al concierto. Nunca antes había visto a tanta gente bailar en el mismo espacio. “Un verano en New York”, “La fiesta de Pilito”, “A comer pastel a comer lechón”, “Achilipu” y “Carbonerito” fueron algunos de los temas que “La universidad de la Salsa” interpretó y que mayor algarabía provocaron en el respetable. Y si bien en mi casa jamás se escuchó Salsa, cuando oigo hablar del Gran Combo de Puerto Rico resulta inevitable remitirme al colegio María Reina, al estadio de Matute, al Club Social Chorrillos, a la línea de transporte público 73, al programa cómico Risas y Salsa, y al país de porquería que fue el Perú a finales de los años ochenta del siglo pasado.